LESSONS FROM MARIGOLDS // LECCIONES DE CALÉNDULAS Jo Burrow
Lecciones de Caléndulas
Por: Jo Burrow
Abro el portón de la granja, metal frío y húmedo por el rocío matutino. El sol naciente se eleva sobre los altos árboles, dando calidez a las caléndulas. Sus pétalos brillan con gotas de rocío.
Me recibe un abejorro, acurrucado en el centro de una caléndula. Él también está salpicado de gotitas. Está profundamente dormido y no tiene intención de moverse. Soy amable con él. Agito el tallo de la flor, agua cayendo en cascada de los pétalos, con la esperanza de que despierte y siga con su día.
Y aun así, el abejorro descansa.
La caléndula sobre la que se posa es perfecta para la cosecha, pero a pesar de ello, sigo adelante y le dejo estar. Parece que a los dos nos vendría bien descansar un poco más.
Sonriendo para mí, empiezo la cosecha de la mañana. Subo y bajo por las filas, saludando a las Bocas de Dragón, que ahora se marchitan con el calor de agosto. La Rudbeckia, la Salvia Sclarea y las Ásteres se muestran animadas con el zumbido de las abejas, que se despiertan para la jornada diaria.
Pasa el tiempo y circulo de vuelta a la caléndula, y todavía, el abejorro descansa. Agito el tallo una vez más, y él se limita a mover las patas traseras antes de acomodarse más profundamente en el centro de la flor.
Dejo la flor para otro día.
Las caléndulas son unas de las flores más vibrantes en el campo. De color naranja y amarillo radiantes, parecen brillar con luminiscencia desde el interior. Son grandes, brillantes y atrevidas; sus pétalos son tan tupidos y densos que son casi esféricos. Se asemejan a la propia luz del sol, embotellada para exhibirla en un momento capturado de la vida. Sus pétalos brillan, erguidos sobre sus delicados tallos verdes.
Una cosa sobre las caléndulas: son increíblemente frágiles. Flores pesadas con tallos huecos, si se dejan a su suerte, se romperán por el cuello. Antes altas y orgullosas, ahora se doblan bruscamente hacia la tierra. A veces es porque se llenan de agua de lluvia. A veces es porque las rozo. A veces, simplemente... caen. Por voluntad propia.
A veces, ni siquiera el sol puede soportar el peso de todo.
Quizá tengo algo que aprender de las caléndulas.
Me considero de naturaleza pacífica, acogedora y amable. Hago todo lo posible por ser sociable, aunque puede ser una tarea agotadora. Tengo una sonrisa y una palabra sincera que ofrecer a las personas de mi vida: amigos y familiares queridos, conocidos del trabajo, desconocidos en mi ciudad. Incluso en medio de las tensiones de la vida, me parece importante soportar la carga. Dar la cara. Ayudar a los demás. Ser alguien en quien mi comunidad pueda confiar. Seguir mirando hacia arriba. Disfrutar del sol mientras dure, aunque duela.
Aun así, me encuentro reflejado en la pesadez de las caléndulas del verano. La luz brilla tanto que me lastima los ojos: me da dolor de cabeza. El aire es caliente y pesado, espeso de humedad. A mi alrededor, parece que el mundo se está despertando: sonríe, se ríe, disfruta del sol.
Mientras tanto, yo lo único que quiero es apartar la mirada del sol. Acurrucarme en la cama. Disfrutar de la sombra refrescante de mi dormitorio oscuro y cómodo.
Y de nuevo me pregunto: quizá haya algo que aprender de las caléndulas. Incluso cuando rebosamos vida, no podemos tomarla sin dar un poco. Hacemos lo que debemos para sobrevivir al calor, aunque eso signifique alejarnos de la intensidad del verano.
¿Cómo podemos liberarnos de las cargas que llevamos? ¿Cómo podemos atravesar el punto álgido del verano, doblándonos en lugar de rompernos?
Lessons from Marigolds
By Jo Burrow
I open the gate to the farm, metal cool and damp with morning dew. The rising sun crests over the tall trees, casting the marigolds in warmth. Their petals glitter with dewdrops.
I am greeted by a bumblebee, nestled into the center of a marigold. He, too, is dotted in droplets. He’s fast asleep, and shows no indication of moving anytime soon. I am gentle with him. I shake the flower’s stem, water cascading from the petals, hoping he’ll awaken and carry on with his day.
And still, the bumblebee rests.
The marigold on which he sits is perfect for harvesting, but despite this, I move on and let him be. We could both use a little more rest, it seems.
Smiling to myself, I begin my morning’s harvest. I make my way up and down the rows, greeting the snapdragons, now fading in the August heat. The rudbeckia, clary sage, and asters are all alive with the hum of bees, waking to their day’s work.
The time goes by, and I circle my way back to the marigold, and still, the bumblebee rests. I shake the stem once more, and he merely twitches his hind legs before settling deeper in the flower’s center.
I leave the bloom for another day.
Marigolds are some of the most vibrant flowers in the field. Bright orange and yellow, they seem to glow with luminescence from within. They’re big, bright, and bold; their petals are so full and dense, they’re almost spherical. They are best likened to sunshine itself, bottled for display in a captured moment of life. Their petals shine bright, standing upright on their delicate green stems.
One thing about marigolds: they’re incredibly fragile. Top-heavy blooms with hollow stems, if left to their own devices, will snap at the neck. Once tall and proud, they’re now sharply bent to the earth. Sometimes, it’s because they fill with rain water. Sometimes, it’s because I brush against them. Sometimes, they just… fall. Of their own volition.
Sometimes, even the sun cannot bear the weight of it all.
Perhaps I have something to learn from the marigolds.
I think of myself as having a peaceful, welcoming, and kind nature. I try my best to be social, though it can be a tiring task. I have a smile and a genuine word to offer people in my life – beloved friends and family, work acquaintances, strangers in my city. Even amidst life’s stressors, it feels important to me to shoulder the burden. Show up. Help others. Be someone my community can rely on. Keep turning upwards. Enjoy the sun while it lasts, even if it hurts.
Even still, I find myself mirroring the heaviness of the summer’s marigolds. The light shines so bright that it hurts my eyes: gives me headaches. The air is hot and heavy, thick with humidity. All around me, it feels like the world is waking up: smiling, laughing, spending time in the sunshine.
Meanwhile, all I want to do is turn my gaze away from the sun. Curl up in bed. Enjoy the cooling shade of my dark, comfortable bedroom.
And again, I wonder: perhaps there is something to learn from the marigolds. Even when brimming with life, we cannot take it without a bit of give. We do what we must to survive the heat, even if it means turning away from the intensity of summer.
How can we release the burdens we carry? How can we move through the peak of the summer, bending rather than breaking?
Artist Bio
Jo Burrow
He/Him They/Them // Él Elle
Jo Burrow (he/they) is the farm manager for a one-acre cut flower & medicinal herb farm in Boston, MA. After two years in an undergraduate theater program, Jo took a pivot out off the stage and into the garden. After taking an introductory herbalism class, he fell in love with sustainable agriculture and never looked back. Today, Jo’s passions lie within deepening the reciprocity between the natural world and humankind, as they are one and the same. They seek to celebrate their trans identity & uplift their fellow trans farmers across New England and beyond.
Jo Burrow (él/elle) es el gerente de una granja de un acre de flores cortadas y hierbas medicinales en Boston, MA. Después de dos años en un pregrado de teatro, Jo salió del escenario y se dedicó a la jardinería. Tras asistir a una clase de iniciación a la herboristería, se enamoró de la agricultura sostenible y no volvió a mirar atrás. Hoy, las pasiones de Jo residen en profundizar en la reciprocidad entre el mundo natural y la humanidad, ya que son uno y lo mismo. Busca celebrar su identidad trans y elevar a sus compañeros agricultores trans en Nueva Inglaterra y más allá.